No te lo niego, sentarme a escribir estas letras ha sido un reto, porque hay mucho que quiero compartirte, pero a la vez hay cosas que necesito seguir procesando.
En las últimas letras te conté que estaba en un avión empezando un viaje, y aunque fue un viaje de trabajo, de solo 10 días, representó una pieza importante en lo que está siendo esta etapa de mi vida.
Ya montarse en un avión es como entrar a un portal, que te lleva a otra dimensión, a un nuevo país que contiene una nueva energía: la cultura, historia, naturaleza que reflejan esas tierras y eso, aunque estemos solo de paso, siempre genera un movimiento en nosotros.
Algo hermoso que te quiero compartir es esto que me regaló mi psicóloga y que nos lleva a hacer consciente la energía del lugar: cuando estés apunto de aterrizar, decirle a los guías espirituales de ese país “pido permiso para entrar en tu país… gracias por invitarme y traer mi energía a estas tierras, por favor cuídame y muéstrame toda tu magia y riqueza”.
Lo que viví en Perú fue magia. Fue el viaje mas retador y a la vez más importante en mi camino espiritual, fue la viva experiencia de conectar con el sufrimiento y la belleza, con la mente que lucha y la mente que se entrega y descubre.
Esta vez, fui como videógrafa y editora de un retiro, el trabajo comenzaba a las 5am terminaba a las 7-8-9pm de grabar y al llegar tenía que editar todo lo que grabé. Diariamente tuve como 3-4 horas de sueño, la exigencia era muy fuerte y les confieso que sufrí de FOMO porque conocí grandes maravillas del mundo, pero no pude tener tanto espacio para la contemplación porque tenía que registrar a otros contemplar.
Pero esta tierra es tan sagrada que a pesar del poco espacio que tenía para su contemplación lo que sentí es algo que no puedo explicarles, pero lo voy a intentar con estos highlights del viaje:
Subiendo a Machu Picchu, tuve un espacio a solas en el autobús, en el camino se empieza a develar las montañas que rodean a esa antigua ciudad Inca, al ver esas montañas, empecé a sentir como mi piel se erizaba, mi corazón se llenaba de una energía hermosa y las lágrimas salían de mis ojos sin poder controlarlas. No suelo ser de las que llora, pero la magnitud de las montañas, la belleza de nuestro planeta, la energía que rodea ese espacio, es algo que el cuerpo siente y recibe con demasiado amor. Yo solo podía pensar: la vida es demasiado hermosa, que honor poder experimentarla.
Conocer la Laguna de Huamantay me regaló uno de los aprendizajes y pilares que me llevo para mi vida y trabajo personal. Este día fue de los más retadores, había que subir una montaña que se encuentra a 4000mts sobre el nivel del mar, no llega casi oxígeno, la respiración se acorta y el corazón palpita con tanta fuerza que genera claustrofobia. Piensas, ¿de verdad vale la pena conocer esta Laguna?, te detenías, caminabas 5 pasos y la asfixia volvía, ¿cómo lo voy a lograr?, y aunque un caballo me ayudó en gran parte del camino, cada mínimo andar te llevaba a los lugares más oscuros mentales, las ganas de rendirse, de cuestionar tu cuerpo, de enfrentarse con el “estoy fallando”, pero la verdad es que solo tenías que seguir no había prisa, el cuerpo pedía suavidad… “de igual forma voy a llegar”. Llegué, y mis ojos mostraron lo que me haría olvidar todo el sufrimiento:
De lo más bello que he visto en mi vida, un agua tan cristalina que reposaba en el seno de una montaña nevada, el agua hacía espejo a la montaña, y su energía te abrazaba el alma. Es la belleza que surge después de la travesía, del sufrimiento, y le da sentido a todo. Por esto, el recorrido, por más que duela siempre vale la pena y es lo que lleva a expandir el alma. César, un Chamán que se volvió mi amigo musical (era mi compañero de bus), nos hizo un ritual para la montaña y el agua, tan hermoso (pero esto de los chamanes te lo profundizo al final).
Lo que marcó un antes y un después fue conocer la montaña Arcoíris, más allá de que ver en persona una montaña que contiene los 7 colores del arcoíris y los 7 chakras, es lo que viví en ese lugar. Nicolas, nuestro Chamán de ese día, nos iba a guiar en dos rituales, uno de limpieza (dejar ir un tema físico o emocional), y otro de intención. Al llegar a la cima, lo primero que veo es una montaña completamente nevada (luz), y al frente de ella una montaña de tierra negra (sombra), y al frente de ellas se encontraba la montaña Arcoíris (todos los colores).
Ya solo, desde lo físico que las montañas me regalaran la imagen del trabajo de integración de luz y sombra, me confirma como lo que está adentro es como lo que está afuera, y que la naturaleza nos regala todos los aprendizajes que necesitamos para comprender nuestros procesos internos.
Cuando llega mi turno, Nicolas me pregunta ¿qué buscas dejar ir?, y yo le pregunté si podía decirle de un dolor físico, al contarle, puso su mano donde se encuentra el malestar y empieza a canalizar todo el issue emocional que vengo experimentando
¿Cómo, con solo decirle un dolor físico, me habló de todo mi dilema interno?, sentí como la energía salía de mi cuerpo en donde se encontraba la molestia y por supuesto, las lágrimas volvieron a brotar. Primero me dijo que expresara en voz alta mi problema (para transformar hay que aceptar), y luego me dijo que expresara en voz alta su solución: no podemos integrar lo que necesitamos, si no hacemos consciente y soltamos aquello que lo restringe (ese es el trabajo con la luz y sombra).
Luego de esta travesía emocional y unas fotos en la montaña arcoíris hicimos un ritual para intencionar y recibir la energía de la montaña. Esto cambio completamente mi relación con lo espiritual, y confirmó que cada elemento de la vida tiene su propia vida. Nos sentamos en postura de meditación (y quiero aclarar que no consumimos ningún alucinógeno ni nada, la experiencia fue completamente sobria). Nicolas nos dice que nos abriría el séptimo chakra para recibir la energía de la montaña.
Cuando llega mi turno siento como una energía sale de mi cabeza, y cuando el me pregunta ¿Apu estás ahí?, estábamos a 6 grados de temperatura y en el momento que lo dice yo empiezo a sentir un calor en todo mi cuerpo y un peso en todo el pecho, le respondo “sí”, y Nicolas me dice “Disfruta la energía de la montaña en ti”. Todo ese día sentí un hormigueo en todo mi cuerpo: tenía la energía de la montaña en mí. Nicolas nos dice que así como pedimos permiso para entrar en la casa de un amigo o vecino, lo mismo pasa cuando llegamos a una montaña, al mar o algún lugar, el registrar que hay una vida que habita en ese espacio, y que nos recibe cuando respetamos su lugar.
Lo confirmé, todas las cosas tienen su expresión espiritual, la divinidad habita en nosotros y en cada espacio de la vida, solo nos tenemos que permitir cerrar los ojos, soltar las barreras del ego, escuchar, entregarnos y recibir, la energía siempre está disponible.
Hace mucho tiempo los seres humanos se relacionaban con la naturaleza como otras entidades, por alguna extraña razón lo perdimos, y nos hemos ido desconectando, pero ver como los chamanes valoran, dialogan, conectan y hablan con la naturaleza como otro ser más, me abrió la mirada a querer seguir conectando más con esta vida.
En la noche Nicolas nos hizo un ritual del fuego. En el viaje todos los chamanes nos pasaron por los 4 elementos, y pude ver en la práctica, lo que he venido estudiando en la teoría con la Astrología (su base son los 4 elementos). Una cultura que práctica los 4 elementos y que me mostraron tal cual lo que registra el lenguaje astrológico: el fuego es el espíritu, el agua el alma, el aire la mente y la tierra el cuerpo, todo hizo más sentido.
Amo la Astrología porque me lleva a verme como parte de la vida, a darle forma a todo ese mundo interno que me conforma y ver a través de sus movimientos mis propios movimientos, es lo que busco transmitirte en cada consulta, clase o experiencia que tenemos juntos, que descubras la magia de todo ese Universo que habita en ti.
Cusco fue declarado como patrimonio cultural de la humanidad, y eso hace que en esta tierra se respira una pureza que no les puedo explicar. La relación que tienen con su tierra es sagrada, la conexión que tienen con la naturaleza como otra habitante más, el respeto por sus antepasados y lo natural de todo, la agricultura, el trabajo a mano, el sentido de pertenencia y personalidad. Una ciudad que me reflejó que no hay nada más valioso que abrazar tus raíces y vestirte con todos los colores que te identifiquen, abrazar lo que somos, rendirle sus honores, respetar nuestros espacios, cuidar nuestro cuerpo, danzar nuestra historia. No sé si esto que percibí sea la realidad de Cusco, pero al menos, fue la que viví.
De este viaje registré esta idea que engloba lo que esta experiencia representó para mí: crecer implica salir de nuestras fronteras para entender que solo nos expandimos cuando nos permitimos seguir avanzando. Por más que duela, a largo plazo más termina doliendo quedarse atrás en una vida que pide ser experimentada por ti.
Que maravilla vivir la casa 9 (el extranjero), como ese contacto con otras culturas y formas de ver la vida te expande la tuya propia.
Gracias por llegar hasta acá y leerme. Te prometo que me costó aterrizar todas estas ideas, fue bastante lo que sentí, todavía lo sigo procesando y aún siento que no te logro transmitir todo lo que me gustaría, pero espero hayas podido viajar un poco conmigo.
Si tienes alguna pregunta en relación al viaje, comentario o darme tus impresiones, yo feliz, amo leerte.
Te mando un abrazo apretado, ya extrañaba escribirte por acá. Besossss.