Amo la imagen del espiral que se muestra en la idea de comenzar un año nuevo, en donde volvemos a pasar por los mismos meses, pero con la posibilidad de vivir lo distinto; así como en el Universo el sistema solar vuelve a transitar las mismas vueltas planetarias, pero en cada vuelta se expande una nueva posibilidad.
Llevándonos a ver como la vida es lo más similar a un loop temporal, donde siempre pasamos por un mismo lugar, pero paradójicamente nunca somos los mismos.
Desde hace dos años tengo un juego conmigo, y es recordar los aprendizajes que descubrí en cada vuelta anual, y así reflexionar sobre lo que me deja de nuevo cada ciclo, y esta vez te los quiero compartir por escrito (el año pasado los compartí en mi podcast, al final de te puedo dejar ese episodio).
Esta me la dejó el año pasado, pero realmente la terminé integrando este año: decisiones desesperadas traen resultados desesperados.
La intención con la que hacemos cada cosa en la vida nos trae el mismo resultado de esa intención, por lo que no va de dejar de tomar la decisión, va de entrar en el mood energético y emocional con el que queremos entrar en esa decisión.
Inevitablemente hay momentos en la vida que nos obliga a tomar una decisión y sobre todo, cuando aparece la posibilidad de una crisis que acecha o de que se haga realidad algún miedo, surge esa necesidad de querer solucionarlo y tener el resultado inmediato, pero la verdad, cada decisión que tomé desde la preocupación, me trajo mucha más preocupación.
¿Qué me funcionó?, aprender a detenerme y regularme: hacer alguna práctica que centrara mi energía y sin mentirles, automáticamente, surgía una mayor perspectiva.
Esto me llevó a mi segunda (una de mis favoritas y que he mantenido hasta hoy): nunca es lo que hacemos, sino la forma en como lo hacemos.
Este año reconocí que nunca fue el trabajo, ni la pareja, ni el país, ni el algoritmo, ni *inserte aquí cualquier tema que quise culpabilizar para justificar una incomodidad*, siempre fue la forma. La forma en cómo me estaba relacionando y pensando en esa situación.
No era lo mismo despertarme cansada y querer hacer muchas cosas de trabajo mientras pienso constantemente en todo lo que tengo que hacer (que me llevaba a procrastinar horriblemente); a colocar un playlist de música suave, decirme mentalmente “una tarea a la vez”, y darme espacio de descansos cada determinado tiempo. No tenían idea de lo productiva que era en la segunda forma, y realmente surgió porque la primera forma me estaba enfermando.
Esta terminó siendo una afirmación que se confirmó hasta el día de hoy y que me llevó al 2024: siempre he podido y siempre podré.
Pongo contexto, este año emigré a un nuevo país, claramente todos mis ahorros se van en la mudanza, lo que me llevó literalmente vivir mes a mes, eso me hizo conocer a uno de mis mayores miedos: el no poder hacerme cargo de mí (soy Aries). Dejaba el nido de mi familia, para yo misma echar raíces, y sentir que no lo lograba, me enfrentó con esa niña interna que tenía mucho miedo a crecer por no lograrlo.
Cada mes cuando faltaban 15 días para llegar a la meta de los pagos del mes, tenía menos de la mitad del monto que necesitaba, y sentía que no lo iba a lograr, y más de 4 veces entre en una crisis donde me paralicé y me dio pánico, muy dentro de mí surgió una voz que dijo “siempre has podido, y siempre podrás”, y sí, hasta hoy, el último día del año pude cumplir mes a mes. Ahora cada vez que me da miedo enfrentarme a algo me repito esa afirmación constantemente, y de ahí también surgió otra, de las más mágicas de este año:
Confía: por ese mismo miedo, me sentía tan movida dentro de mí, que me llevó a hablar todos los días con Dios, a buscar suavidad en otro espacio que mi mente no estaba logrando sostener, y ha sido de lo más bonito del año. A raíz de esa practica, una parte de mí siempre me repetía “confía”, y esa palabra me ayudaba a calmar la desesperación, a soltar el control, a entender que lo que yo puedo hacer llega a un punto y que de resto tengo que confiar.
Cuando soltaba la presión, cuando me permitía confiar, no les puedo explicar, pero todo mágicamente volvía a su lugar, como si el Universo, Dios, me respaldaran cada vez que me permitía confiar, de verdad, es algo que intento explicar, pero no lo puedo explicar, simplemente hay que confiar.
Y la última que les voy a compartir, fue un antes y un después en mi relación con las redes sociales, esta no tiene como una frase resumen, pero sí una anécdota:
Había terminado de hacer mi rutina de la mañana (fundamental para comenzar el día con buen pie), me sentía tranquila, motivada, centrada, muy agradecida por lo que tenía. En ese momento decido abrir las redes sociales, y veo que una blogger que sigo que admiro mucho saca un retiro y dentro de mí surgió una necesidad muy fuerte y a la vez una frustración muy grande porque no podría ir (estaba recién emigrando), me dejó un sentimiento amargo y cuando dejé el teléfono a un lado, estaba sentada en el mismo lugar de las primera emociones, pero ahora con otras emociones completamente distintas y puff lo entendí todo:
Antes de abrir el teléfono no existía esa necesidad, estaba tranquila y feliz con mi vida, fue algo externo que me llevó a, por un instante, sentirme frustrada con mi vida. Ahí entendí que mucho de lo que veo en redes sociales, realmente no lo necesito, es la idea de lo que representa, más no es lo que de verdad me llena. Es el hoy, en la presencia, en el conectar conmigo, que puedo hallar la sensación de plenitud, y que por alguna extraña razón hemos comprado la idea de que se encuentra en cualquier otro lugar.
Este año me llevó a experimentar un miedo muy grande, pero a la vez una de las sensaciones más bonitas y fue darme cuenta que no hay nada más sabroso que vivir, sentirlo todo, vivirlo todo. Que no puede haber felicidad sin sufrimiento, que no puede haber amor sin desamor, que no puede existir tranquilidad sin un poco de caos. Todo es perfecto tal cual es, y cada vez que puedo, veo por mi ventana y observo los árboles moverse a un ritmo muy suave, al que sienten en el momento, y automáticamente siento que todo es como tiene que ser. Simplemente hay que confiar.
Sé que no fue un año fácil, los Eclipses en Escorpio-Tauro, sacaron muchos aspectos incomodos que no podíamos seguir negando y que tenía que ver con lo que realmente estábamos valorando. Nuestras relaciones nos confrontaron para realmente vernos a nosotros mismos, la vida nos pidió mucha más introspección dentro de tanta extraversión. Pero al yo mostrarte un poco de esta parte de mi, quiero reflejarte que de cada vuelta, de cada ciclo, siempre hay una nueva vida de nosotros que podemos descubrir… como dijo Carl Jung para hablar de la sombra: y llevarnos a descubrir las potencialidades de la vida no vivida.
Gracias por estar acá, por leer mis reflexiones, este espacio me encanta y sé que lo abandoné esta última mitad del año, tenía muchas cosas que procesar. Pero no quería despedir el año sin unas letras. Gracias por consultarte conmigo, por dejarme ser tu profe de astrología, por confiar en mi contenido, por estar aquí y ser pieza fundamental de poder seguir haciendo lo que amo, despido el 2023 con mucha gratitud.
Que tengas un grandioso 2024, que todos tus deseos se cumplan, y que en este nuevo ciclo que inicia, descubras muchos aspectos tuyos que expandan todo el Universo que existe en ti.
Con amor, desde mi Luna, Pao.
Por acá te dejo los aprendizajes del 2022: